La novela Los trenes se van al purgatorio esta ambientada, como ya ha quedado de manifiesto, en el desierto del norte de Chile. En este desolado paisaje--escenario de la Guerra del Pacifico entre muchos otros acontecimientos--se dieron cita miles de personas de todas las nacionalidades debido al auge del salitre, también llamado "oro blanco," y cuya industria hacia 1912 concentraba mas de 40.000 trabajadores repartidos en diferentes oficinas a lo largo y ancho del desierto. En este imponente espacio que sirve de marco al enunciado de la novela, un viejo tren--apodado Longino por el Longitudinal Norte que recorría la pampa llevando entre sus pasajeros a los obreros de las salitreras--avanza con su cargamento humano adentrándose en el desierto. Históricamente este tren que iniciaba su viaje en la estación de La Calera, es el vehículo que usa Rivera Letelier en su novela para ilustrar el viaje de gendarmes, tahúras, trabajadores engañados por los enganchadores, jóvenes en busca de nuevas perspectivas. Cabe señalar que en este variado grupo humano no faltan las prostitutas que siempre deambulan en los textos de este autor chileno. Muchos de los viajeros, sin tener en claro las motivaciones del viaje, se dejan llevar por el ambiente que comparten dentro de los vagones del tren el que, con una imagen serpenteante, se va adentrando en el misterioso desierto en cuyo espacio el tiempo parece haberse detenido.
El viaje que nos presenta Los trenes se van al purgatorio se inaugura in medias res desde el momento en que al abrirse la narración los pasajeros ya han completado su segundo día de peregrinación. La llegada a destino, cualquiera sea este, es de cuatro días según queda textualmente bien establecido. En la medida en que el tren se va adentrando en el espacio del desierto el lector se va percatando de que la realidad que rige al texto--que como verdad ficticia es aceptada por la persona que lee--se va precipitando en una modalidad que escapa a las leyes del tiempo y...
El viaje que nos presenta Los trenes se van al purgatorio se inaugura in medias res desde el momento en que al abrirse la narración los pasajeros ya han completado su segundo día de peregrinación. La llegada a destino, cualquiera sea este, es de cuatro días según queda textualmente bien establecido. En la medida en que el tren se va adentrando en el espacio del desierto el lector se va percatando de que la realidad que rige al texto--que como verdad ficticia es aceptada por la persona que lee--se va precipitando en una modalidad que escapa a las leyes del tiempo y...
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